SOBRE LAS OLAS
Fedee Andrade
El violín… ¡Mi violín! Es la muerte que llega: entre angustias y niebla, viene a llevarse al músico, a dejarnos sin su genio, sin la alegría-tristeza de sus nuevas composiciones que hacen más plana la existencia. Para nosotros crea, no te lo lleves…
En la mente, entre temblores y oscuridades, danzan los recuerdos; su poblado, las calles, aun las más estrechas y polvorientas, y el Sol, las nubes, los aguaceros, la sequía: Santa Cruz de Galeana, su patria chica, de alguna manera en su obra. 1985. El conservatorio, después el maestro Gabrieli que lo ilumina con Verdi. Y surgen valses, polkas, mazurcas, romanzas… Y el violín; ¡Dios, mi violín!
Exposición Universal de Chicago. 1893. Compite. Cuatro medallas de oro. Aplausos de entendidos y seguidores: cautiva a todos. 25 años de edad, y ya es Profesor de Mérito. Es mucho más que ese reconocimiento, los pergaminos, las preseas: penetra en el corazón de los pueblos. Los endulza, los fortalece, les hace flotar lo mejor.
Entonces, La Habana: 15 de enero de 1894. ¡Cómo olvidarlo! Con los brazos abiertos, lo reciben. Un hijo más y de los amados. El debut en el teatro Payret. Éxito como director de la orquesta de la compañía italo-mexicana de González y Bianculli. Y la gira por la Isla: la gloria lo abraza. Elogios de la prensa, de personalidades de la cultura, de gente de alta posición en la sociedad. Y, sobre todo, el cariño del pueblo, aun los menos conocedores.
Impulsó a la creación: su primera ópera, el vals Marta, el chotis El espirituano. ¡Regino…! Regino Boti, el joven poeta de Guantánamo: trabajo conjunto, amistad, fiestas, tragos. El bardo escribe. Letra nueva al vals Sobre las olas.
Nueva York, París, Roma, Madrid… me esperan. Después retornaré: aquí me siento muy bien. No logra ir hacia Europa.
La salud, destrozada. Surgidero de Batabanó. En la mejor clínica. La muerte, ¡la muerte! 9 de julio de 1894. Se ha impuesto. ¡No! No consigue vencerlo. Usted realmente muere cuando nadie lo recuerda. Hoy el poblado mexicano de Santa Cruz de Galeana es ciudad Santa Cruz de Juventino Rosas, en el estado de Guanajuato. Tampoco en Cuba queremos ni podemos soslayarlo. Tanta vida… tanta música, tanto amor. ¡Mi violín, Dios, mi violín…! Aquí está, Juventino, Isidro Albayna lo cuidó muy bien y se lo devuelve. Vuelva a tocar en su violín: 112 años después de su partida, lo estamos escuchando.
Adaptación de “Juventino, la muerte derrotada”, de Víctor Joaquín Ortega, en Tertulia (suplemento cultural del periódico el habanero), No. 13, de 24 de junio de 1994,
En Cuba, como en el propio México, la tierra natal de Juventino Rosas Cadenas, se conocía muy poco de la vida y la obra de este hombre, a quien inmortalizó una composición titulada originalmente Junto al manantial, y que luego se convertiría en leyenda bautizada por sus contemporáneos con el nombre de Vals sobre las olas.
Solo el resultado de serias investigaciones nos colocó ante la rica y sorprendente jornada creadora que representó la estancia del compositor mexicano en Cuba, entre el 15 de enero y el 9 de julio de 1894, cuando se produce su prematura muerte en el poblado de Surgidero de Batabanó, al sur de la actual provincia de La Habana.
Por medio de esos estudios, hemos conocido que la entonces mayor sala de conciertos del país, el teatro Payret, acoge en su primera presentación a la compañía musical compuesta por la orquesta típica de Eduardo González López –cubano radicado en México– y al grupo de artistas italianos representados por Francesco Bianculli. Juventino funge como director y, con solo 26 años, es ya la atracción principal del espectáculo. Ha obtenido cuatro medallas en la Exposición Internacional de Chicago como Compositor de Mérito y trae la aureola de fama que le ha granjeado su vals Sobre las olas.
Es por estos días que Rosas escribe su primera composición en Cuba, dedicada a Mercedes Touzet, la bella esposa del empresario Ramón Crusellas. El ambiente de la capital cubana de finales del siglo enerva la pasión del artista, que se mantiene en un éxtasis creador, visita plazas y teatros, habla con la gente en las calles y hasta intenta dar algunas funciones benéficas para ayudar a instituciones de caridad.
Las representaciones son respaldadas por el éxito artístico, aunque un crítico musical de la época –Serafín Ramírez– recomienda a la compañía nutrirse de un mayor número de propuestas escénicas, pues aun cuando su calidad era suficiente, el espacio de los grandes teatros cubanos de entonces quedaba holgado a González y Bianculli. Este será el motivo de la inserción de una compañía dramática española en el elenco, poco tiempo más tarde.
Entre los detalles de las presentaciones en el teatro Sauto (Matanzas) –segunda escala de la gira de Juventino con sus músicos, después de haber actuado en La Habana–, se destaca el hecho de que, durante el primer concierto en esa ciudad, se produjo un incidente memorable por su significado histórico.
Decretada la abolición de la esclavitud y otorgados derechos ciudadanos iguales a las personas negras que antes eran consideradas solo una mezquina propiedad, la conciencia de buena parte de la burguesía hispano-cubana no había evolucionado, sin embargo, a la altura de tal transformación. Es por eso que, ante la presencia de hombres de piel oscura en la platea del teatro matancero, se produce un altercado que obliga a suspender momentáneamente las actuaciones. Al marcharse los “señores” ofendidos –según se infiere de lo dicho por la prensa que se refirió al suceso–, se reanuda la presentación para aquel público que asistió al teatro Sauto la noche del 23 de enero de 1894, atraído por la presencia del célebre compositor y músico mexicano.
La ciudad de Cárdenas recibe, a comienzos de febrero del propio año, a la compañía González y Bianculli, la cual decide aquí unir su suerte a la agrupación teatral española de un empresario de apellido Páez, lo que puede considerarse un paso decisivo para fomentar el éxito artístico que tendría después la colectividad en la que Juventino Rosas fungía como director de orquesta.
Santa Clara representó otro hito memorable en la vida de este artista. Aquí compone su segunda obra en Cuba, dedicada nada menos que a la insigne patriota y filántropa Marta Abreu Estévez, bajo el título Marta o El ángel de la Caridad, con la cual le rinde homenaje por ser la benefactora ejemplar de la ciudad.
Tras algunas presentaciones menores en localidades del centro del país, Rosas y sus compañeros actúan en Trinidad y Cienfuegos, ciudad esta última en el que concluye –sin mucho público, por lo costoso de las entradas al entonces elitista teatro Terry, pero con éxito artístico– el periplo terrestre emprendido en La Habana. Al territorio de Sancti Spíritus llegan por mar y, el 28 de marzo de 1894, el teatro Principal de esta antigua villa deviene escenario de jornadas memorables para la historia de la cultura local. Durante 25 días, se presentan las funciones que, además, se proyectan hacia el exterior, y puede verse a Rosas en sociedades y centros de recreo al frente de su orquesta.
Es en Sancti Spíritus donde el autor del vals Sobre las olas compone el chotis El espirituano, dedicado a José Norberto Rodríguez Rincón, Notario de Indias. Su partitura, rescatada entre viejos papeles de la ciudad, denota la madurez compositiva alcanzada por Juventino, lo cual se corrobora con el hecho de que en esos momentos ya preparaba su primera ópera.
Del andar por la región oriental del país, aún se sabe poco, y requerirá de una nueva etapa de búsqueda. Sin embargo, se conoce que, en Guantánamo, Juventino estrechó amistad con el recién iniciado poeta Regino Boti, quien escribió una nueva versión de la letra del vals Sobre las olas.
En los primeros días de junio, presumiblemente, parte de Santiago de Cuba la compañía de González y Bianculli en un buque de la naviera Menéndez y Cía. El destino final de este viaje es Surgidero de Batabanó, punto de enlace con La Habana, desde donde los artistas irían a Nueva York. Juventino Rosas llega al puerto sureño gravemente enfermo de una dolencia que, después, se identificó como mielitis espinal aguda.
El famoso compositor y violinista se ve imposibilitado de continuar viaje y decide quedarse en Surgidero de Batabanó hasta su posible recuperación. Es ingresado en la mejor clínica del pueblo y atendido por su dueño, el doctor José Manuel Campos. El mal no cede y, 12 días después de haber llegado al puerto, el 9 de julio de 1894, a las 4:00 de la tarde, expira.
Los restos del joven autor musical mexicano son sepultados solemnemente en el cementerio local, donde reposan hasta 1909, cuando se trasladan a su tierra natal, debido a la gestión de su compatriota y periodista Miguel Necochea, que visita Batabanó en esa fecha y reconoce la tumba de Rosas en la vieja necrópolis del lugar.
Su violín fue conservado durante 36 años por Isidro Albayna, alguacil del juzgado batabanoense, quien lo guardó cuidadosamente, hasta que –por una solicitud del mexicano Vicente Garrido de Alfaro, poeta y escritor, nieto de la mujer que inspiró a Juventino el vals Sobre las olas– se traslada a su patria, donde hoy se encuentra.
La vida de Juventino Rosas Cadenas, y hasta su propia muerte, estuvieron envueltas en un halo de misterio y leyenda, pero esto ha sido producto de la falta de información y verdadero conocimiento de cuanto hizo por la cultura de América, y en particular por la música, el sencillo y talentoso creador, nacido en Guanajuato en 1868 y muerto en Surgidero de Batabanó en 1894, en el esplendor de su gloria artística.
Adaptación de “Tras las huellas de su luz y misterio”, de Orlando Ruiz Ruiz, en Tertulia (suplemento cultural del periódico el habanero), No. 13, de 24 de junio de 1994.